La Convención Constituyente contra la naturaleza humana.
¿Por qué el 63% de la población votó
en contra de la propuesta constitucional?
Una aproximación desde el punto de
vista evolutivo
Eduardo Jiménez Munné
I.-Breve introducción natural
Desde hace millones de años el homo
sapiens ha venido evolucionando de acuerdo con la selección natural, el
mecanismo que descubrió Darwin acerca de la evolución de todas las especies. O
sea, el homo sapiens actual es producto de millones de años de evolución (para
ser exacto, desde la aparición de la primera célula hace 3 mil millones de
años), específicamente desde la aparición de los grandes simios. Y siempre
siguiendo las dos direcciones de cualquier ser viviente: sobrevivir y
reproducirse. Todas las adaptaciones que una especie tiene, incluida la
nuestra, son adaptaciones que sirven a ese propósito. Nos guste o no, la
selección natural sucede y, siempre está sucediendo. Las mayores adaptaciones
que tiene el homo sapiens moderno, o sea lo que llamamos ser humano, son
adaptaciones al medioambiente de cuando éramos cazadores recolectores en la
sábana africana, hace cerca de 300 mil años atrás. Esas características todavía
están con nosotros y seguirán estando porque nos definen. Eso significa que el
ser humano tiene una naturaleza y que no puede ser modificada a no ser que
dejemos de ser humanos y nos transformemos en otra especie. A pesar de que 300
mil años parece mucho, desde el punto de vista de la evolución es apenas un
suspiro. Y si bien han aparecido nuevas adaptaciones, no son ni tan numerosas
ni tan fuertes que nos hayan convertido en otra especie. Seguimos siendo, de
alguna manera cazadores recolectores. Muchos de los problemas modernos
provienen de lo que los biólogos llaman el mismatch, o sea, la desconexión
entre la mente de la edad de piedra y el mundo tecnológico que esa misma mente
construyó.
II.-La naturaleza también es política
¿Qué tiene que ver todo esto con el
hecho que el 63% de la población rechazó la propuesta constitucional?
Desde mi punto de vista, como
pensador evolucionista, mucho por no decir todo. La evolución, siguiendo los
dos imperativos de sobrevivir y reproducirse nos ha dotado de varios rasgos
distintivos entre los cuales hay dos muy importantes para nuestra supervivencia
y que son, también muy importantes, para contestar la pregunta del título de
esta nota.
1.- El egocentrismo
2.- El tribalismo.
1.- El Egocentrismo: Esta característica tiene perfecto
sentido en el marco evolutivo. Se selecciona los rasgos que permiten al
organismo individual su supervivencia y, por extensión, su descendencia. La
selección natural actúa sobre el individuo no sobre el grupo. Si sus genes no
le permiten sobrevivir usted morirá y no dejará descendencia. Sus genes morirán
con usted. Por eso el primer objetivo de todo ser viviente, incluido los
humanos, es su propio bienestar y el de los suyos. A lo sumo, el del grupo,
porque la sobrevivencia del grupo incluye la suya propia. Si bien el mundo
moderno que hemos creado es un mundo muy complejo e interconectado donde todos
debemos actuar de alguna manera cooperativa, el egocentrismo siempre estará en
la base de nuestras actividades y objetivos. Siempre, por ejemplo, el bienestar
de nuestras familias estará sobre el bienestar de otras familias o, para
decirlo en términos evolutivos, no sacrificarás el bienestar de tu familia en
aras del bienestar de una familia ajena. Podrás ayudarla, pero no al costo de
la tuya. Cualquier medida política que persiga el bienestar de la nación
pero que no te incluya a ti ni a los tuyos, o por lo menos si así lo ves tú,
difícilmente contará con tu apoyo.
2.- Tribalismo (Animadversión a los extraños):
Defender el territorio es una obligación para la mayoría de los mamíferos,
incluidos nosotros. Sin territorio no hay recursos. Y sin recursos no hay
sobrevivencia. Los mamíferos somos cazadores recolectores. Nuestros antepasados
también lo fueron lo que quiere decir que no producíamos nada. Faltaba más de
un millón de años para que inventáramos la agricultura. Así que, cualquier
extraño que se acercara a nuestro territorio era un peligro potencial.
Cualquier recurso que ese extraño obtuviera de nuestro territorio era un
recurso menos para nuestro grupo. Vivíamos en una sociedad de suma cero. Ahora
no vivimos en ella, pero como siempre, los genes todavía no se han enterado. O
miramos a los extraños con suspicacia en el mejor de los casos o los tratamos
con agresividad en el peor. Somos fundamentalmente tribales. Siempre
necesitamos pertenecer a alguna tribu. Y para los miembros de tu tribu los
ajenos a ella son siempre sospechosos. En el mundo moderno hemos luchado
contra eso, pero siempre ese rasgo está presente, agazapado esperando su
oportunidad. Es una de las razones profundas de las guerras y violencia. Hemos
sublimado eso con las competencias deportivas entre las naciones, regiones,
provincias, comunas, que son, de alguna manera las tribus modernas. Pero, el
hecho de ser tribales aún ayuda a la sobrevivencia. Pertenecer a un grupo es
asegurar ayuda en momentos de crisis, es lograr recursos cuando escasean, ayuda
sicológica para aliviar el stress de la vida moderna. Pertenecer a una tribu significa
estar unido a algo que se conoce y, por lo tanto, agrega seguridad a nuestra
vida.
Resumiendo, el egocentrismo y el
tribalismo son dos rasgos naturales que han contribuido a la evolución y
sobrevivencia de la especie humana y que, todavía lo hacen, aunque las
circunstancias exteriores hayan cambiado. Y esos rasgos, como todo rasgo
evolutivo están incorporado en nuestro genoma humano. Y, por ahora, no hemos
desarrollado ni el conocimiento ni mucho menos la tecnología necesaria para
alterarlo de manera significativa. Y tampoco parece ser necesario pues la
naturaleza ha hecho un buen trabajo durante millones de años para mantenernos
vivos y adaptados de la mejor manera posible a los mundos que nos ha tocado
vivir o hemos construidos.
III.-La naturaleza humana votó
rechazo
El pecado original de la propuesta
constitucional es que contraviene fuertemente esos dos rasgos. Mas que
contravenir, los atacó. Y atacar la naturaleza no es nunca una buena idea. Veamos:
Egocentrismo:
La propuesta nunca dejó claro si se
iba a respetar el derecho a la propiedad de la vivienda. El texto era ambiguo.
Pero los convencionales, no. Siempre decían que la gente iba a tener derecho a
una vivienda “digna” (algo nunca especificado) pero nunca aseguraron si la
gente sería propietaria de ella. Incluso se incluía un sistema de arriendos
estatales de viviendas. Lo que, en la práctica, significaba, además, que no
sería heredable.
La propuesta también incluía la
disposición que los fondos de pensiones iban a ser una especie de fondo común
sin propiedad privada de los mismos. Incluso hubo un convencional que le dijo a
la gente, en un espacio de televisión, que los fondos acumulados “no eran su
platita”. Todo eso implicaba que no
sería heredables.
También se incluía disposiciones que
dictaminaba que se la salud iba a ser completamente pública y que el que se
atendiera en clínicas privadas debía pagar de su bolsillo el costo total porque
desaparecerían las ISAPRES. Lo que en la práctica tendría por consecuencia que
tanto los clientes de ISAPRES y Fonasa (el sistema público) verían afectados
sus sistemas de salud.
Estas tres disposiciones violan el
egocentrismo propio de la naturaleza humana.
El ser humano quiere lo mejor para él
y los suyos en busca de su sobrevivencia. El cobijo es una de esas condiciones
básicas de sobrevivencia. Un lugar seguro donde vivir él y los suyos. Pero para
que sea seguro debe ejercer propiedad sobre él. Un lugar que le sea propio. En
el mundo moderno el cobijo es lo que llamamos vivienda. La aspiración natural
es la propiedad. Puede que no se logre, pero se aspira. Se trabaja para eso. Es
parte del egocentrismo natural. Cerrar la posibilidad de la propiedad, la aspiración
de la vivienda propia es un ataque frontal a la naturaleza humana.
Quitar la propiedad de los fondos de
pensiones va en la misma dirección de la disposición anterior. La gente junta
los fondos para tener la posibilidad de conseguir recursos cuando ya no pueda
proporcionárselos a sí mismo y, con eso, asegurar en algo su sobrevivencia y la
de los suyos y, eventualmente, dejárselos a sus descendientes para asegurarles
también algo de recursos para su sobrevivencia. Pero si tus fondos no son
tuyos, entonces, ya no los controlas y ni siquiera sabes si van a estar ahí
cuando llegue el momento. Puede que las pensiones sean bajas, pero quieres
asegurarte de tenerlas. Sin propiedad no puedes asegurar nada. Que el monto
juntado no sea tuyo significa que tu sobrevivencia está amenazada. Y eso es
justo lo que tu naturaleza no quiere. El egocentrismo lo rechaza.
Dejar sin posibilidad de aspirar a
mejor salud, aunque no la logres, es el mismo caso de la vivienda, pero aquí es
más grave, porque la salud es componente básico de la sobrevivencia. La gente
quiere no enfermarse, pero cuando se enferma quiere sanarse. Y cuando necesita
sanarse quiere la mejor administración de salud que se pueda. Otra vez, puede
no lograrlo, pero quiere tener abierta su posibilidad. Siempre querrás mejor
salud, no peor. Lo que la gente que no tiene acceso a buen sistema de salud
quiere es mejorar el sistema que tiene. Echárselo a perder al que lo tiene
bueno no le sirve para nada. Y si echárselo a perder a quien lo tiene bueno
también significará que se deteriora el que ya no es bueno, es un ataque
nuclear contra la naturaleza humana y su egocentrismo natural.
Tribalismo:
La Convención propuso el concepto de
plurinacionalidad. Un concepto confuso en los detalles, pero no en su
intención. Dividir el país en nueve nacionalidades que se correspondieran con
su origen étnico, incluyendo “etnias” que nunca existieron en Chile. Cada una
de estas nacionalidades administrarían sus propios sistemas de justicia y
promulgarían leyes particulares.
Muchos convencionales demostraron
desapego a las costumbres del país y a sus emblemas. Pifiando la canción
nacional, reemplazando la bandera nacional por banderas de etnias o grupos de
“género”. E incluso manifestaciones de mal gusto con la bandera y otros símbolos
nacionales.
Para los chilenos, Chile es la tribu
mayor, la que comprende a todas las otras. Se reconocen en sus costumbres,
música, arte, geografía, historia, emblemas, lenguaje, literatura, humor,
deportes, héroes, incluso hasta en sus tonteras etc. Es su identidad. Chile es
la tribu en la cual todos nos sentimos representados. Nos emocionan sus
triunfos y nos hacen llorar sus derrotas. Nuestros enemigos o adversarios son
los grupos que están fuera de nuestras fronteras. Los chilenos nos sentimos representados
por la mismas cosas que los integrantes de cualquier tribu se reconocen. Eso es
una tribu. Dividir el país en nueve nacionalidades es tirar una bomba atómica
al corazón de la tribu. Es crear nueve enemigos o adversarios donde antes no
había ninguno. Pero el problema mayor no sería ese sino el caos que se
produciría. La gente seguirá sintiéndose parte de la tribu mayor. Y seguirá
aferrándose a su tribu. Las tribus no se crean ni deshacen por disposiciones
constitucionales. Las tribus se crean por cientos de años de convivencia y de
historia y experiencias compartidas. Las tribus se crean por una especie de
“ánimo evolutivo”. Los políticos no pueden crear nada (Yugoeslavia fue creada
como un ensamblaje por Tito, cuando éste falleció se desmembró rápidamente, con
guerra incluida, y se volvió a las tribus originarias). El homo sapiens es una
especie social y las tribus son los átomos que la constituyen. El tribalismo es
un rasgo natural muy porfiado.
Denostar símbolos, íconos, ceremonias
de la tribu a la cual perteneces nunca será una buena idea. Siempre resta,
nunca suma. Se pueden crear símbolos nuevos y nuevas ceremonias siempre que no
desplacen o denigren las ya existentes. El tribalismo es una especie de
sentimiento colectivo que se expresa justamente en sus símbolos, ceremonias,
costumbres etc. Y menospreciarlos o insultarlos, que fue lo que en algunos
casos se hizo, es menospreciar e insultar a cada uno de los integrantes de la
tribu, o por lo menos la mayoría. Insultar a la tribu, Chile, es insultar a
cada uno de sus integrantes, los chilenos. Y, sobre todo si quién lo hace es un
integrante de ella, otro chileno. Para nuestra mente de cazador recolector, es
un traidor. Y los traidores no sobrevivían. Eran una amenaza a la sobrevivencia
grupal e individual. Definitivamente nunca fue una buena idea.
IV.- La naturaleza humana, la guía
infalible
Entonces, ¿por qué el 63%, la inmensa
mayoría, de los ciudadanos chilenos votaron rechazo a la propuesta
constitucional? Simple, porque como creo haber demostrado, propuestas
substanciales violaban características básicas de la naturaleza humana. La
gente no tiene por qué saber que existió Darwin ni nada sobre la evolución por
medio de la selección natural ni mucho menos de genética para saber qué les
conviene o no. La naturaleza humana es una guía infalible. Si los políticos se
ciñeran a ella, el mundo sería un lugar bastante mejor que el que tenemos. Pero
el delirio de poder de los políticos es tan alto que creen que pueden alterar
las leyes de la naturaleza. No pueden, pero insisten y así es como nos va. En
Chile, en esta tribu, los ciudadanos les acabamos de dar una lección. Pero ya
se ve que no aprenden.
12 Octubre, 2022